Cuentos Completos I by Jac London

Cuentos Completos I by Jac London

autor:Jac London [London, Jac]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Relato, Aventuras, Realista
editor: ePubLibre
publicado: 1992-12-31T16:00:00+00:00


El furtivo que se perdió

ERO NO ACEPTARÁN EXCUSAS. Hemos cruzado la línea y eso basta. Nos detendrán. Nos enviarán a Siberia, a las minas de sal. En cuanto al Tío Sam, ¿de qué se va a enterar? A Estados Unidos no llegará ni palabra. Los periódicos dirán: «La Mary Thomas se ha perdido con toda su tripulación. Probablemente debido a un tifón en aguas japonesas». Eso es lo que dirán los periódicos, y también lo dirá la gente. Nos llevarán a Siberia, a las minas de sal. Estaremos muertos para el mundo, nuestros amigos y nuestras familias, aunque vivamos cincuenta años.

Así, sin más trámite, resumió el asunto John Lewis, por todos conocido como el Leguleyo.

En el castillo de proa de la Mary Thomas se vivía un momento crítico. En cuanto la guardia de la cubierta inferior empezó a hablar del problema, los de la guardia de arriba bajaron y se unieron a ellos. Como no había viento, nadie hacía falta, excepto el hombre que iba al timón, que se quedó por el bien de la disciplina. Incluso Chico Russell, el grumete, se había acercado para oír lo que decían.

La situación era crítica, como atestiguaban los rostros serios de los marineros. Durante los tres meses anteriores, la goleta Mary Thomas se había dedicado a cazar focas a lo largo de la costa japonesa, hacia el norte y el Mar de Bering. Allí, en el lado asiático de dicho mar, se vio obligada a abandonar la caza o, mejor dicho, a no seguir adelante. Porque más allá, los patrulleros rusos vigilaban la zona prohibida, donde las focas podían criar en paz.

Una semana antes se había adentrado en un denso banco de niebla acompañada de calma. Desde entonces, la niebla no se había levantado y solo había soplado alguna que otra brisa ligera y ventolina. Eso, en sí mismo, no era malo, porque las goletas dedicadas a la caza de focas nunca tienen prisa mientras se encuentren en medio de alguna manada, pero el problema radicaba en el hecho de que las corrientes de la zona los arrastraban con fuerza hacia el norte. De esa manera, la Mary Thomas había cruzado la línea sin querer y cada hora que pasaba la adentraba más en las peligrosas aguas vigiladas por los rusos.

Nadie sabía hasta dónde había llegado ya. Hacía una semana que no veían el sol ni las estrellas y el capitán no conseguía determinar su posición. En cualquier momento podía aparecer un patrullero y llevarse a toda la tripulación a rastras hasta Siberia. Los hombres de la Mary Thomas conocían bien el destino de otros cazadores de focas furtivos, por eso estaban tan serios.

—Amigos —dijo un timonel de bote alemán—, mal asunto que, con la bodega llena de forma honrada, los rusos nos pillen, se queden con nuestras pieles y nuestra goleta, y nos envíen con los anarquistas a Siberia. ¡Sí, muy mal asunto!

—Sí, ahí le duele —intervino el Leguleyo—. Mil quinientas pieles en los saladeros, obtenidas respetando la ley, una buena paga



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